Mistral y la libertad de enseñanza
En su carta “Cómo educa el Estado a tu hijo” de 1928, titulada “Hacia una Liga Sarmentina”, Gabriela Mistral dice: “Como a usted, me parece a mí calamidad el Estado docente, especie de trust (monopolio) para la manufactura unánime de las conciencias. Algún día los gobiernos no habrán sino de dar recursos a las instituciones y los particulares que prueben abundantemente su eficacia en la educación de los grupos”.
Ella entendió lo nefasto del monopolio de la educación por parte del Estado y concluyó que los más capaces para educar a los niños no estaban ahí, sino entre los particulares. Ellos ofrecen mejor calidad y entregan una oferta variada que acoge las diferencias entre los alumnos. Algunos de ellos se interesarán en un proyecto educativo orientado a las matemáticas, otros a las artes, otros al deporte. Esta diversidad educativa es clave para potenciar las habilidades de los alumnos y sólo puede darse en virtud de una amplia oferta que sólo entidades privadas pueden aportar. El Estado, en cambio, entrega un sólo plan (que encima, impone a los privados). ¿Por qué habrían de encajar todos los niños en ese plan?
En la Constitución chilena, el artículo 19 establece que “La libertad de enseñanza incluye el derecho de abrir, organizar y mantener establecimientos educacionales”, pues es la única forma de garantizar una oferta diversa, que es condición para la libre elección y la libre enseñanza.
El Estado, en cambio, se hace cargo de todos los contenidos y programas educacionales, anulando las diferencias entre alumnos naturalmente desiguales, como si supiera mejor que los especialistas de la educación y los propios padres, qué es mejor para los niños.
En su expresión más grave, la monopolización de la educación por parte del Estado puede acabar en la ideologización de toda una generación, coartando su libertad de conciencia y el ejercicio de su voluntad. Las ideologías totalitarias son partidarias de un Estado Docente y enemigas de la oferta privada que les impediría intervenir las mentes de los jóvenes. Esto podemos verlo en su forma más extrema en los Estados socialistas, donde la educación estatal sirve como eje de adoctrinamiento para crear pequeños soldados esclavos.
Pero incluso en el escenario de una socialdemocracia, el Estado Dodente totalitario significaría la manufactura unánime de las conciencias, lo cual sería calamidad para el individuo y, en consecuencia, para el conjunto de la sociedad, pues anula la individualidad, arrasa las desigualdades, y adquiere el monopolio ideológico sobre jóvenes y niños.
El 19 del presente mes, los estudiantes volverán a marchar y lo seguirán haciendo hasta ver la educación estatizada. Van guiados por líderes ideológicos que intentan anular la oferta privada e instaurar un monopolio de la educación desde y para el Estado. No estaría demás atender a las palabras de Mistral y a las razones expuestas en favor de la libre enseñanza, puesto que la unificación de las conciencias destruye la individualidad, que constituye la máxima riqueza y expresión de un ser humano.