Los archienemigos
Emprendedores versus planificadores: los archienemigos.
Escoge un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar un solo día más. Confucio
Una máquina puede hacer el trabajo de 50 hombres corrientes. Pero no existe ninguna máquina que pueda hacer el trabajo de un hombre extraordinario. Elbert Hubbard.
Por Vanessa Kaiser
No existe poder terreno capaz de controlar el misterio de los destinos humanos… de ahí que las fuerzas de los mercados en que florecen los emprendedores se resistan a los cálculos de los planificadores, sus fijaciones de precios y predicciones. Para entender el antagonismo entre el planificador y el emprendedor cabe preguntar: ¿cuáles son las facultades que constituyen el espíritu de un emprendedor?
Lo primero que destacan quienes estudian a los líderes y emprendedores exitosos es la confianza en las propias capacidades y la fe en que, gracias a ellas, podrá abrirse un espacio en el mundo. Un emprendedor nunca tiene la cabeza gacha, sino que, atento a su entorno, desarrolla una mirada distinta a la de los demás actores del mercado. A él no se le olvida que las personas, en su gran mayoría, han sido capaces históricamente de sostener sus vidas por sí mismas. Cuando el emprendedor mira su presente entra en un estado de alerta permanente sobre los cambios en el ambiente y las oportunidades que surgen. Sobre su mirada hacia el futuro podemos decir con certeza que quien tenga el espíritu de comenzar algo nuevo y aportarlo a la humanidad, confía en que su propio esfuerzo multiplicará las posibilidades de un éxito que se funda en su conocimiento, habilidades y experiencia.
El emprendedor conoce la realidad y le apasiona adentrarse en cada una de sus esquinas para descubrir nuevas oportunidades, anticipándose a los cambios en que se inspiran sus proyectos. Los grandes líderes no reaccionan al ambiente, sino que lo construyen. Muchas veces el éxito será esquivo; durante ese tiempo el emprendedor lo arriesga todo: sale de su zona de confort, trabaja más que cualquier asalariado, pide créditos para pagar a sus trabajadores y cubrir el costo de la infraestructura o insumos que requiera su proyecto o empresa. Así, mientras los trabajadores cuentan con un sueldo fijo y condiciones laborales estables, el emprendedor acepta el desafío, trabaja sin horarios y contra pérdidas cuantiosas movido por la pasión; la pasión por el riesgo.
La pasión por el riesgo nos lleva a descubrir la cualidad más rara de todas: la resistencia emocional. Esta es una cualidad que le permite volver a levantarse, no temerle a la adversidad ni sucumbir ante el fracaso momentáneo. Y es que del fracaso se aprenden las lecciones más valiosas para el éxito por venir. Por todos esos motivos la decisión de emprender es, antes que todo, una decisión por aprender. Dicho aprendizaje lo encuentra en la búsqueda de nuevos horizontes, donde nadie más ha transitado. Es en ese marco que se explica la diversidad de amistades con que cuenta en sus redes y relaciones personales y la facilidad con que cambia las viejas costumbres.
Otra cualidad que distingue al emprendedor la encontramos en el valor que confiere a las decisiones, no por sus resultados económicos, sino simplemente porque en ellas realiza la libertad de su voluntad. El emprendedor está consciente de que una vida que no se constituye desde la propia voluntad pierde su sentido más profundo: el de saberse el hacedor de su destino. Ciertamente sabe que no todo depende de él. Las condiciones en que desarrolla sus proyectos son fundamentales para la consecución del éxito. Y es aquí donde el planificador emerge como su archienemigo.
El planificador tiene un espíritu opuesto al del emprendedor. Ante la confianza de este último en las capacidades y talentos propios y ajenos, el planificador tiene la creencia de que ellas son infantes a los cuales hay que mantener, educar y guiar. Frente a la pasión del emprendedor por tomar riesgos, el planificador experimentará un miedo visceral. Mientras el emprendedor valora su vida por ser el resultado de sus decisiones, el planificador habrá perdido la fe en sí mismo. De modo que es en el uso de la coerción estatal donde se refugia para tener una vida llevadera que naturalmente, depende de lo que producen otros. Además, un rasgo distintivo del emprendedor es el amor al conocimiento. Desde las antípodas el planificador posee <<la fórmula del trabajo y vida perfectas>> que impone a los demás como única verdad. En este contexto de vida segura, planificada, sin realización de talentos que den origen a proyectos diferentes- generadores de una riqueza jamás imaginada- desaparece la biografía del emprendedor. En suma, donde los planificadores de la economía tengan mayor injerencia habrá menos emprendedores generando riqueza, confiando en sí mismos, abrazando la vida con sus riesgos, éxito y fracasos.
Así, en vistas a que el único terreno donde el emprendedor puede surgir es aquél que está libre de las intervenciones que se imponen con el poder coercitivo del Estado, las autoridades políticas debieran pensarlo varias veces antes de intervenir en la economía. Ello siempre y cuando esté entre sus objetivos políticos promover la creación de riquezas y diversificación de los bienes y servicios que redundan en un beneficio real para los ciudadanos a los que representan.
Finalmente nos queda por decir que además de abrazar la adversidad el emprendedor se rodea de personas positivas y distintas entre sí. Él sabe que en su camino sólo podrán acompañarle personas que, como él, se atreven a dar un gran salto en sus vidas, enfrentado la adversidad y abrazando el riesgo como parte del sentido de estar vivos. Por eso el emprendedor admira a los buscadores que, como él, se arriesgan, confían en sí mismos y se atreven a enfrentar sus miedos. Esta capacidad de admirar los logros ajenos explica que en lugar de envidiar el éxito, quien tenga el espíritu del emprendedor se alegra porque ese éxito constituye una prueba de que todo es posible. De ahí que cuando se encuentre con alguien en un auto mejor, que haya comprado una buena casa o simplemente pueda realizar el viaje soñado, veremos en el emprendedor esa sonrisa confiada que afirma: <<el próximo seré yo>>.